¿Cómo ir sobre seguro en terreno incierto?

25.11.2021

Antes de que el mundo quedara patas para arriba, algunos ejecutivos editoriales confirmaban su calidad de poco ejecutivos, desconocedores absolutos del negocio editorial y muy poco empáticos con los autores, que -sí, es verdad- somos (algunos) bastante quisquillosos, si se entiende por tal pedir que nos respeten.

Hablo de los que cortan el bacalao, los que toman decisiones, aunque pretendan hacerlo sobre seguro en un terreno, la literatura, en el que prevalece la incertidumbre. La receta del éxito no existe y además resultaría tedioso para un autor poner el punto final y prepararse para aplauso, medalla y beso.

Tengo la sensación, aunque no soy aficionado a las encuestas de opinión, que al día de hoy en el mundo somos muchos autores para pocos lectores, al menos en la forma tradicional siglo XXI: formato de papel, ebook,  y cuestiones concomitantes.

Resulta necesario interpelarnos a la manera de ese magnífico autor que es Marcelo Birmajer: "Se habla de que hay pocos lectores, aunque quizá deberíamos preguntarnos qué le ofrecemos nosotros, los autores, a esos lectores".

Una interpelación similar cabe a los ejecutivos de los que hablaba, más propensos a pensar en modas que en temas o estilos. Generalizando (con las excepciones de rigor), hipsters onda Palermo Soho buscadores de todo aquello que coincida con las necesidades de su ombligo.

Ignoro si leyeron mucho, poco o apenas lo suficiente para su rol. Sí sé que vivieron muy poco, entendiendo la vida como un conjunto de experiencias entre las que debemos incluir  ese don antiacadémico de captar el interés del lector. De un lado y del otro del mostrador hay que arriesgar. Pegarle de punta y para arriba en el área, le pega cualquiera. Salir gambeteando, no. Nadie que respete el oficio de escribir y tenga esa habilidad para salir gambeteando (y se banque el riesgo de que le roben la pelota y termine en  gol rival), optaría por pegarle de punta y para arriba. 

Algunos autores (cada vez menos) corremos esos riesgos. La mayoría opta por fotocopiar sus tramas y personajes intercambiados como fichas en cada novela (hay destinos de best seller y adaptación cinematográfica asegurados), halagar el ombligo de los hipsters con paradigmas políticamente correctos, o vivir en Barcelona, escribir con estilo rebuscado creyendo que se trata de brillo y no de fatuos fuegos artificiales. 

Sea cual fuere la fórmula, logran publicar, Y alguno, hasta cobra un anticipo de regalías, un privilegio en los tiempos que corren. En ese tren no hay lugar para los que arriesgamos, los que -respetando a rajatabla al lector- escribimos lo que nos venga en gana o lo que pugna por salir de nuestro inconsciente. 

Se paga un costo: cuatro novelas publicadas en 23 años podría no ser precisamente una medalla. Depende quién evalúe. Para mí, sí lo es. Son textos que me representan, me definen, me generan orgullo. Cierta vez, Osvaldo Soriano afirmó: "Un autor debe estar a la altura de sus personajes".

Creo estarlo.  

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