"¿De qué trata tu nueva obra?"

04.12.2021

Es conocida mi renuencia a comentar argumentos. Pero hay gente que insiste, aún cuando se trate de amigos; o, más aún, porque entienden que esa condición logrará ablandarme.

-Es una historia que mezcla varios géneros: drama, romance, suspenso, elementos fantásticos, nostalgia y le agregaré además música y poesía.

-¿Poesía? Estás loco.

-Decíme algo que no sepa.

-¿Desde cuándo escribís poesía? 

-¿Dije que los versos fuesen de mi autoría?

-¿De quién si no?

 Alzo los hombros. La conversación toma, saludablemente, otro rumbo.

¿Es tan difícil de entender que prefiera no hablar de lo que no hice? Conozco miles de tipos que con el paso de los años hablan de novelas, obras de teatro o películas que están escribiendo o que van a escribir. Uno los vuelve a cruzar cada tanto, no importa cuántas hojas haya perdido el almanaque, y su condición es idéntica a la vez anterior, que tampoco varió respecto de la anterior a esa anterior.

Estar entre los ganadores por segundo año consecutivo del Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales organizado por el Instituto Nacional del Teatro  es una satisfacción (uno presenta su proyecto por escrito, lo explica y justifica, para que un jurado lo evalúe) y un enorme desafío, el de siempre: que conmueva a la audiencia.

El año pasado insistí en la conveniencia de amigarnos con la tecnología, aceptar los cruces de lenguajes y abrirnos a experiencia inesperadas pero ricas y potencialmente muy atractivas. Iceberg, distinguida en el mismo concurso en 2020, sobrepasó ampliamente mis expectativas más optimistas y las de todo el equipo que la hizo posible. 

La cantidad de público que la ve crece cada día y las opiniones que generó fueron de una profundidad de lectura asombrosa para una época vertiginosa, líquida, marcada por la escasa retención de datos y la urgente necesidad de correr a ningún lado sin el menor sentido.

Teniendo cartas ganadoras para la promoción, nunca se supo antes del estreno cuál era la temática de Iceberg, ni utilicé en los tráilers de difusión la bellísima canción Tiempo para ser, de Juan Pablo Grossi, que le da el toque de brillantez a una historia compleja, honda y muy bien resuelta por todo el equipo, cada uno en lo suyo.

Fue deliberado. El desafío era despertar el interés del público apelando a otras herramientas que no fueran las archiconocidas. Estoy convencido, como periodista que soy, que la sobreinformación abruma, confunde y fastidia. ¿Quién  vería una historia que no sabe de qué trata? Bastante gente. Iceberg es la prueba. En mi canal de YouTube están la evidencias irrefutables: cifras y opiniones.

No existe receta mágica ni estrategia. Es mucho más simple: una historia clara, respeto por el público y correr todos los riesgos que tenga ganas de asumir, en la temática, la puesta y la realización. Lo demás escapa a mis posibilidades. Es la adrenalina de la incertidumbre.

Que la vara quedó alta es un hecho. Que los componentes enumerados a mi interlocutor están presentes, también. Nada más atractivo que no repetirse, tomar por caminos desconocidos y aventurarse en estructuras aparentemente inconciliables. Nada más liberador que hacer exactamente la obra que uno tiene ganas de hacer, sin tocar absolutamente un ápice de lo que considera intocable.

En breve habrá novedades. Por lo pronto, seguiremos con el desafío de seducir sin revelar. Aunque la foto que ilustra el artículo brinda una pista firme y la ensalada de géneros mencionada a mi interlocutor es un plus que Iceberg no tuvo antes de su estreno. 

El título, por ahora, me lo reservo.

Me parece un trato justo.  

  

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