El último 9

28.01.2023

Ya son 26 años, Osvaldo.

La sensación es paradójica: han pasado tantas cosas y, a la vez, a veces parece que no ha pasado nada.

Reconozco mi escaso empeño en la tarea, pero la realidad y mi sentido crítico coinciden. En todo este tiempo no hubo uno solo que mereciera ponerse tu camiseta.

Nuestros colegas (qué raro me siento en esto de jugar en tu equipo, quizá no corresponda) continúan retratando sus ombligos, con la disparatada idea de encontrar una historia perdurable y no pelusa, que es lo que suele haber.

Hay tanto juguete tecnológico que la literatura se tornó un estorbo, un adorno exótico o una pila de páginas que escribís cumpliendo un tutorial obediente a las modas, tendencias o delirios de los focus groups.

De paso, vale también para el teatro, el cine y la tele, donde en lugar de gente que labura sobran consultores que justifican sus salarios dictando cátedra (con buenos modales y una sonrisa, eso sí) de cómo debe ser la historia que inevitablemente, aseguran, será un éxito. Adiviná de quién será la culpa si pinta un fracaso.

No tienen puta idea de escritura ni de conflicto dramático, pero pontifican como si fuesen la reencarnación de Shakespeare.

Cuánto los hubieras puteado... Yo, hasta ahora, me contengo. No me faltan ganas pero el laburo escasea y aunque defiendo mis principios, siento la ausencia de una puteada liberadora.

Tu San Lorenzo te sacaría tanta bronca como los editores mediocres o los productores petulantes. No sólo por lo futbolístico. Ahora entiendo tu admiración por el Beto Acosta y aquella indignación destemplada en "La Fragata", cuando tus golpes sobre la mesa hacían tambalear los pocillos. "Te" habían vendido al Beto...

Se notan las costuras cuando quiero hacerla lunga y eludir el grano. Ese talento es para elegidos.

También es cierto que sólo vos podías cargarte al hombro Una sombra ya pronto serás. Ignoro si es tu mejor novela, pero me emociona tanto... Encima el capítulo en el que Coluccini y el Ingeniero apuestan en una mano de truco sus últimas ilusiones me deja sin aliento. Y con los ojos secos de lágrimas, para qué camelearte.

Cada tanto releo tus dedicatorias en las novelas y algunas crónicas en las que destacan tu influencia en mis escritos. Creo que exageran, pero me llena de orgullo.

De pibe, comencé jugando de 9 y era una máquina de hacer goles. Como vos. En eso nos parecíamos, aunque yo soy diestro y vos eras zurdo, con lo jodido que resulta marcar a un centrodelantero zurdo y goleador.

Enero es un mes duro. Por el calor y por el dolor de algunos recuerdos. Mirá la de vueltas que doy para evitar escribir lo mucho que se te extraña, lo agradecido que estoy por todo lo que me aconsejaste, por esos cafés inolvidables, por aquel abrazo tan sentido en el Tortoni, luego de varios meses sin vernos.

En mi rincón de escritura, a mis espaldas hay un retrato tuyo dibujado por un amigo de mi viejo, y una pequeña foto en la que estás con un habano en la mano.

Te dediqué mis cuatro novelas publicadas y un guión de cine inédito, donde los protagonistas, dos amigos que son escritores, están en planos diferentes.

Posta que recién ahora me doy cuenta de la metáfora, si es que quise ir por ahí.

No necesito los 29 de enero para tenerte presente a diario, aunque sería un ingrato si lo tomara como un día más, como un simple capricho del calendario.       

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