Manolo Tena frente a un periodista ignorante

03.12.2021

-El tipo es muy groso, uno de los pilares de la movida española.

La agente de prensa me susurró el sucinto CV al oído en la media tarde de una jornada donde la antigua redacción de El Cronista en el barrio de Palermo era un ir y venir de gente constante, con un murmullo de fondo que aturdía. Una febril aglomeración en la que, sentados a una mesa en el medio del amplio salón, yo jugaba con un CD recientemente obsequiado mirando a un joven rocker, simpático, amable y cordial: campera de cuero, jeans y botas. Listo para saltar a cantar o tocar en cualquier escenario.

Con la mitad de los años que hoy tengo estaba curtido para pilotear la salida de un disco que no conocía pero que, en el albor de los `90, era ya un éxito arrasador en el mundo de habla hispana. Yo lo ignoraba, tanto como la carrera de ese tipo simpático de voz rasgada que cada tanto se acomodaba el jopo.

No recuerdo si por esa época ya era el editor del suplemento de Arte, Cultura y Espectáculos del diario (en el cual llegué a ser Prosecretario de Redacción), aunque tampoco recuerdo que desde la mudanza a Palermo el suplemento no llevara mi impronta. Eran épocas de trabajar mucho, pensar a mil y sacar notas con fritas. El oficio periodístico tiene estas cosas: te emborracha de burbujas que se disuelven en el mismo día que deciden prescindir de tus servicios. Treinta años atrás pensaba candorosamente en las virtudes de la entrega y la pasión en un ambiente donde la rosca es más efectiva que ambas.

Seguramente hicimos la correspondiente entrevista para Radio América (donde era columnista de mi "especialidad" (cine, tevé, teatro, música y afines), cuando la emisora era una radio de noticias y andaba pelando el tercer lugar entre las más escuchadas de la Argentina. Posta, no recuerdo si hubo nota radial.

Guardé el CD, del cual por entonces escuché algunos pocos temas. Era una época en la que me llovían cds, casetes y cuanta cosa promocional existiese. La cajita con la cara del joven rocker siempre andaba a mano. Resistió limpiezas, canjes, regalos. Todo tiene una explicación. Sangre española puede testimoniarlo.

A mediados de la década anterior, en YouTube me llamó la atención un flamante disco: Casualidades. Que para mí fue Causalidades. Después de una década de silencio discográfico, el joven rocker con el que había charlado en la redacción de El Cronista metía un disco fenomenal de cabo a rabo. Un puñado de canciones sensibles, inspiradas, emotivas y con el humor burlón que, me enteraría luego, era herencia de su admiración por Frank Zappa.

Momento bisagra: busqué por donde pude sus canciones, entrevistas, historias de vida. No podía creer la trampa que me había tejido mi ignorancia (que es mayúscula, lo sé) bastante tiempo atrás. Lo que daría ahora por charlar con Manolo Tena. Un tipo capaz de urdir historias con temario variopinto: nostalgia, humor, melancolía, romanticismo, ternura. Y a veces todo eso junto en una sola canción.

Si vale la disculpa por mi ignorancia, Manolo, hoy tu música me acompaña a diario y Sangre española es uno de los ocho cds que reposan exclusivamente frente a mi pc de trabajo, junto a un modesto equipo de música. Sé que eso te pone muy feliz. Recuerdo una entrevista en la que decías que si tus canciones servían para que la gente la pasara mejor, se sintiera contenida, encontrara consuelo a sus angustias, tu misión estaba cumplida.

Ando metido a pleno en esa maravilla que fue Alarma!!! y ese fenomenal segundo disco: En el lado oscuro, brasa inevitable de ese Madrid ardiente de cambios y revulsiones culturales.

Disfruté a pleno del documental Un extraño en el paraíso, Frío me deja ídem cada vez que la escucho, y estoy convencido de que:

Todo será diferente, cuando el 13 sea el 7

Todo será diferente

Cuando no rimen el amor y la muerte

Cuando llegue septiembre...

Cuando llegue septiembre...

Septiembre es el mes de mi cumpleaños. Todas las señales encajan y a esta altura pedir disculpas es lo menos que puedo hacer, aunque prefiero difundir tus canciones para reparar ese momento, para mí hoy vergonzante, en el que estuve sentado sin enterarme frente a uno de los mayores compositores de habla hispana. Que no me guardó rencor y me acompaña a dar batalla a diario en este mundo impiadoso y purulento.

Las olas siguen rompiendo el castillo de arena en su ceremonia de la desolación, para que los extraños en el paraíso nos rebelemos a ser juguetes de la desilusión y dejemos de sentir frío. 

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